Hermanas viajeras,
CouchSurfing ha muerto (otra vez),
pero esta vez pretende dejar un bonito cadáver.
Lo que en el 2006 surgió como una red social (real) mundial y plataforma de aldea global ya no es más que una triste sombra abandonada en un callejón en obras de Ruzafa.
De los 2 millones que llegamos a ser, destilando conjuntamente una idea, desarrollando una visión, debatiendo sobre el fluir, debugando el código, materializando nuevas funcionalidades, aportando esperando y generando confianza, ya no queda más que el término, el verbo, la palabra: couchsurfing, couchsurfer...
Desde que hace ya más de dos años los fundadores decidieron
adueñarse de los sueños y alegrías ajenas y monetizarlas muchas hemos
gritado, nos hemos autoboikoteado perfiles, hemos desembajado, nos hemos
mudado, nos hemos marchado.
Y que queda pues de esta corporeta con ánimo de lucro que
no dudó en vender todos sus datos de la noche a la mañana, sin avisar,
que rompió el workflow, la web, la comunidad y se jactó de ser
millonaria al servicio de unas mejoras que solo fueron para los de
siempre?
Pues quedan 9 millones de usuarias que ser dedican a utilizarlo como una casa de putas, digo de ligues, a organizar fiestas mediocres y descafeinadas, a mirarse al ombligo de su perfil de dos líneas y 5 amigas y enseñarle al mundo que aventureras son viajando en primera pero no pagando por la estancia.
Por suerte aún nos queda beWelcome (que surgió hace seis
años tras el sentimiento de hacia donde iban los tiros), Warmshowers
(menos mal que las pijas y los guaperas no viajan en bicicleta), algo de
HospitalityClub y GlobalFreeloaders y un par más que no acaban de
saltar del papel (o del wiki) a la palestra.
Hay que quemar sus bancos para demostrarles que el dinero no existe en la naturaleza?
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